A las 12 en punto se apaga la luz del techo. La que en las salas de operaciones ilumina la herida que abre el bisturí. Todo parece acabarse. En la penumbra, las siluetas enguantadas se sientan. Pero todo comienza. Despiertan los tentáculos de acero. Se mueven a la manera de los macillos de un piano sobre el vientre del paciente.
El robot Da Vinci avanza con un bisturí eléctrico en cada pinza, abriéndose camino dentro de la pelvis. Los pitidos (dos diferentes, dependiendo de qué pinza coagule) sustituyen a las voces. Un monstruo mecánico, por su coste (hasta dos millones y medio de dólares, 2,2 millones de euros) y dimensiones (una torre de imagen de la altura de una persona y otra con los brazos robóticos) que un cirujano, inclinado sobre un visor de imagen tridimensional, maneja desde una esquina. Como un pianista cuyos pedales sirven para hacer zoom con la cámara hundida en el enfermo
Da Vinci es el autómata más conocido en los quirófanos del mundo, 24 de ellos españoles, 13 en hospitales públicos. Lleva tres millones de operaciones desde 2000 y su intervención estrella es precisamente esta que se magnifica hasta 20 veces en los monitores del quirófano del Hospital Clínico de San Carlos, en Madrid: la extracción de la próstata.
El jefe de servicio de urología del Clínico, Jesús Moreno, ni siquiera se ha puesto mascarilla, bata o guantes. Con dos dedos de cada mano y girando las muñecas separa y cauteriza tejidos a través de las varas metálicas que bailan sobre el paciente. Él manda. Da Vinci obedece amplificando el giro de la mano de su amo y con pulso firme. Mucho más firme (en eso la máquina también es superior) que el del cirujano que, a la vera de la mesa de operaciones, maneja dos brazos metálicos más.
El paciente se beneficiará de un menor dolor, menor sangrado y un periodo de hospitalización más corto. Además aumentará las posibilidades de preservación de la continencia y la función eréctil, reduciendo los riesgos al mínimo y pudiendo estar en casa en tan solo un par de días.
Bajo un gorro desechable, el urólogo se aproxima a la arteria y vena ilíacas externas desde su consola, en la esquina de la estancia. Se hace el silencio. Hemos llegado al momento más delicado de la operación: liberar de ganglios el paquete vascular, magnificado por la cámara del robot, que funciona casi como un microscopio. Si la arteria se rompiese, tendrían que abrir el abdomen del paciente a toda prisa para cortar la hemorragia, que inundaría el campo quirúrgico en unos segundos. Bajo un paño, una bandeja de instrumentos está preparada.
Pero el binomio cirujano-robot, amo y esclavo (así se conoce en la jerga quirúrgica) arrastran, coagulan, cortan sin temblor alguno. Los ganglios son extraídos y pitido a pitido, prosigue la tarea de liberar la pequeña y fibrosada próstata. Da Vinci es un monstruo de movimientos precisos que magnifica y mejora el pulso del cirujano. No toma decisiones ni funciona por sí solo.
La cirugía robótica Se usa aún en un escaso número de operaciones (entre un 2 y un 5%, según varias estimaciones), la mayoría de urología, ginecología o cirugía general. Solo un tercio de las intervenciones asistidas con robot tienen lugar fuera de Estados Unidos, el país donde se fabrica y donde se han vendido la mayoría de los autómatas como este. ¿Qué detiene su expansión? El precio de los equipos (tanto del Da Vinci, ideado para operar en tejidos blandos, como de otros más limitados, especializados en neurocirugía o traumatología) y el coste por operación (hasta 3.200 dólares en el caso del ingenio de Intuitive Surgical), ya que las pinzas y demás instrumental deben ser reemplazados tras un número determinado de operaciones.
En este sentido, la cirugía robótica avanza y son varios los proyectos que aparecen en escena como herramientas de garantías para médico y paciente. Este es el caso, por ejemplo, de Senhance, un robot estadounidense a través del cual el cirujano siente y gobierna lo que ve dentro del paciente moviendo sus ojos y conserva una importante sensación del tacto durante la intervención. Por el momento sólo está disponible en un hospital italiano ya que su lanzamiento al mercado es aún reciente.
Por último, también podemos destacar otros sistemas como Flex (serpiente articulada que incorpora una cámara HD e instrumentos quirúrgicos que gracias a su flexibilidad permite adaptarse a las curvas del organismo), el Broca (obra del ingenio andaluz que permite enfrentarse a tejidos blandos y duros ya que incorpora la sensación de tacto) o el Rosa, destinado a operar tumores cerebrales en áreas del cráneo de difícil acceso.
Fuente: elpais.com